El caso de María Moliner es ya un clásico. Ninguna escritora había accedido a la RAE en los últimos 12 años, tras Ana María Matute

REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: FEMENINO SINGULAR

Tuvieron que pasar 266 años desde la fundación de la Real Academia Española en 1713 para que una mujer ingresara en una casa a la que llaman docta. Sucedió el 28 de enero de 1979. Aquel día y delante de los Reyes, la poeta Carmen Conde habló sobre Poesía ante el tiempo y la inmortalidad. En su respuesta, Guillermo Díaz-Plaja celebró que se hubiera subsanado una vieja anomalía en el país de Santa Teresa, Carolina Coronado, Rosalía de Castro, Concha Espina y María Moliner. El caso de María Moliner es ya un clásico. La lexicógrafa aragonesa había publicado su mítico Diccionario de uso del español en 1966 y todo el mundo daba por sentado que sería la primera mujer en la RAE después de la anécdota de que María Isidra de Guzmán fuera declarada académica honoraria a finales del siglo XVIII. «Mi único mérito es mi diccionario», decía Moliner, y añadía que si ese diccionario lo hubiera escrito un hombre todos se preguntarían por qué «ese hombre» no estaba en la Academia. Por fin, en 1972, Laín Entralgo y Rafael Lapesa la propusieron para el sillón B, pero se lo llevó otro gigante de la filología: Emilio Alarcos. María Moliner pasaba así a engrosar la misma lista de rechazadas que Gertrudis Gómez de Avellaneda y Emilia Pardo Bazán, a las que habían despachado con una «cariñosa carta» que aseguraba que «no había plazas para mujeres». La elección de Carmen Conde, que dejó en la cuneta a Rosa Chacel, fue un hito tal que, paradójicamente, su nombre se recuerda más por haber sido la primera académica que por los poemas que la llevaron a serlo. En 1983 la novelista Elena Quiroga se unió a Conde y se abrió una breve travesía del desierto para las mujeres en la RAE. Las dos estaban muertas cuando Ana María Matute ingresó en 1998. Desde entonces han sido elegidas cuatro más: la historiadora Carmen Iglesias, la científica Margarita Salas, la lingüista Inés Fernández-Ordóñez y Soledad Puértolas, que ayer rompió una ausencia de escritoras de 12 años. Matute, de 85 años, no pudo acompañar en Madrid a su colega, pero respondió por teléfono a la pregunta de este periódico: ¿Es machista la RAE? «No, rotundamente. Ya no. La Academia ha evolucionado, como la sociedad, de la que es un reflejo. Poco a poco va cambiando. El pasado es el que es, cierto, pero lo importante es el cambio de actitud, y ese es incuestionable». Siete mujeres en casi 300 años son todo un síntoma. También lo es que cinco de ellas (el 10,8% de 46 miembros y con las vacantes de Ayala y Delibes) hayan sido elegidas en los últimos 12 años y teniendo en cuenta la proverbial lentitud de los trámites de elección: el sillón de Puértolas lo ocupó antes Antonio Colino, fallecido hace ya dos años. Con 48 años, Inés Fernández-Ordóñez es la académica más joven. También es la primera filóloga en entrar. Estos días ultima su discurso de ingreso en torno a la historia del español vista desde la dialectología. Espera leerlo en enero o febrero. Y coincide con Matute: «Las instituciones se van adecuando a la realidad social, aunque es un proceso lento. Todavía hay pocas catedráticas en la universidad española». Por no hablar de la cúpula de las grandes empresas. Para Fernández-Ordóñez la creciente presencia de mujeres en la RAE -en la de la Historia hay tres y en la de Bellas Artes, dos- es un signo de normalidad, pero no cree que añada una sensibilidad especial. La lengua, dice, no es sexista. De miembras, nada: «Claro que las lenguas reflejan diferencias cognitivas, pero vienen de siglos atrás. Es absurdo buscar un semantismo primario en una estructura consolidada hace mil años. Cuando le dices a alguien ‘adiós’ nadie piensa que le dices ‘quédate con Dios’. En alemán los fonemas femeninos están generalizados para el plural, y no por eso las alemanas están menos discriminadas que las españolas». Diario ELPAIS.com  Javier Rodriguez Marcos – Madrid –