PENSAMIENTOS Y FRASES DEL GENERAL JOSÉ DE SAN MARTÍN.

comic-san-martinMi corazón se va encalleciendo a los tiros de la maledicencia, y para ser insensible a ellos me he aferrado con aquella sabia máxima de Epicteto: «Si l’on dit mal de toi et qu’il soit véritable, corrige-toi: si cesont des mensonges, ris en».

Estoy convencido, que la pasión del mando es en lo general lo que con más imperio domina al hombre.

Los hombres no viven de ilusiones sino de hechos.

La calumnia, como todos los crímenes, no es sino obra de la ignorancia y del discernimiento pervertido.

No he tenido más ambición que la de merecer el odio de la ignorancia y del discernimiento pervertido.

No he tenido más ambición que la de merecer el odio de los ingratos y el aprecio de los hombres virtuosos.

El camino más seguro de llegar a la cabeza es empezar por el corazón.

El hombre bajo todo gobierno será el mismo, es decir, con las mismas pasiones y debilidades.

Los hombres distamos de opinión como de fisonomías, y mi conducta, en el tiempo en que fui hombre público, no pudo haber sido satisfactoria a todos.

No en los hombres es donde debe esperarse el término de nuestros males: el mal está en las instituciones.

He mirado a mis enemigos con indiferencia o desprecio, mas me ha sido imposible tener igual filosofía con los que he conceptuado ser mis amigos.

En cuanto a mi conducta pública, mis compatriotas, como en lo general de las cosas, dividirán sus opiniones; los hijos de éstos darán el verdadero fallo.

La ilustración y fomento de las letras son las llaves maestras que abren las puertas de la abundancia y hacen felices a los pueblos.

Ser feliz es imposible, presenciando los males que afligen a la desgraciada América.

Yo no puedo ser sino un instrumento accidental de la justicia y un agente del destino.

El objeto de la guerra es el de conservar y facilitar el aumento de la fortuna de todo hombre pacífico y honrado.

Ningún sacrificio ha sido grande para mi corazón, porque aún el esplendor de la victoria es una ventaja subalterna para quien sólo suspira por el bien de los pueblos.

Los sucesos más brillantes de la guerra, y las empresas más gloriosas del genio de los hombres, no harían más que excitar en los pueblos un sentimiento de admiración mezclado de zozobra, si no entreviesen por término de todas ellas la mejora de sus instituciones, y la indemnización de sus sacrificios.

Mi nombre es ya bastante célebre para que yo lo manche con la infracción de mis promesas.

Buscaré en el retiro el seno de la paz, y en cada día que abrace a un viejo soldado del Ejército Libertador, recibiré la más dulce recompensa de todos mis trabajos.

El nombre del general San Martín ha sido más considerado por los enemigos de la independencia, que por mucho de los americanos a quienes ha arrancado las viles cadenas que arrastraban.

Mi juventud fue sacrificada al servicio de los españoles, mi edad media al de mi patria, creo que tengo derecho de disponer de mi vejez.

No esperemos recompensa de nuestras fatigas y desvelos, y sí sólo enemigos: cuando no existamos, nos harán justicia.

Declaro no deber, ni haber jamás debido nada a nadie.

El que se ahoga no repara en lo que se agarra.

Cuando uno considera que tanta sangre y sacrificios no han sido empleados sino para perpetuar el desorden y la anarquía, se llena el alma del más cruel desconsuelo.

Los hombres en general juzgan de lo pasado según su verdadera justicia, y de lo presente según sus intereses.

Un solo caso podría llegar en que yo desconfiase de la salud del país, esto es, cuando viese una casi absoluta mayoría en él por someterse, otra vez, al yugo de los españoles.

Las consecuencias más frecuentes de la anarquía son las de producir un tirano.

De los tres tercios de habitantes de que se compone el mundo, dos y medio son necios y el resto pícaros, con muy poca excepción de hombres de bien.

He tenido la desgracia de ser hombre público.

La conciencia es el mejor y más imparcial juez que tiene el hombre de bien, pero no para depositar una confianza que nos pueda ser funesta.

Para un hombre de virtud, he encontrado dos mil malvados.

La ambición respectiva a la condición y posición en que se encuentran los hombres, y hay alcalde de lugar que no se cree inferior a Jorge IV.

En medio de una vida absolutamente aislada, gozo de una tranquilidad que doce años de revolución me hacían desear.

En muchas cosas, la dicha no es un bien real, sino imaginario.

Por regla general los revolucionarios de profesión son hombres de acción y bullangueros; por el contrario los hombres de orden no se ponen en evidencia sino con reserva.

Si algún servicio tiene que agradecerme la América, es el de mi retirada de Lima.

No hay bien cumplido en esta vida.

Ya veo el término a mi vida pública, y voy a tratar de entregar esta pesada carga a manos seguras, y a retirarme a un rincón a vivir como hombre.

Es necesario tener toda la filosofía de un Séneca, o la impudicia de un malvado para ser indiferente a la calumnia.

Serás lo que hay que ser, si no eres nada.

Si no hay arbitrio de olvidar las injurias, porque este acto pende de mi memoria, a lo menos he aprendido a perdonarlas, porque este acto depende de mi corazón.

He estado, estoy y estaré en la firme convicción de que toda la gratitud que se debe esperar de los pueblos en revolución, es solamente el que no sean ingratos.

Para los hombres de coraje se han hecho las empresas.

Tan injusto es prodigar premios como negarlos a quien los merece.

Mi mejor amigo, es el que enmienda mis errores o reprueba mis desaciertos.

César habría hecho morir al nieto de Pompeyo si no hubiese escuchado un buen consejo.

Al hombre honrado no le es permitido ser indiferente al sentimiento de la justicia.

Nada suministra una idea para conocer a los hombres como una revolución.

Más ruido hacen diez hombres que gritan que cien mil que están callados.