El 1 de julio de 1974 Juan Domingo Perón entraba en la eternidad, dejando un vacío de poder que desembocaría en la etapa más oscura de la historia argentina. Pero también dejó una huella en la historia y en la política argentina que marcaría a propios y extraños. El hombre que fundó el movimiento peronista el cual tomó las reivindicaciones sociales como bandera y las reconoció como derechos, fue un brillante intérprete de la época que se vivía y de los cambios estructurales que requería la sociedad. El rostro que se asocia ineludiblemente a su figura es el de Eva Perón, su esposa y compañera de lucha que se transformó no solo en uno de los principales artífices sino también en defensora del movimiento. Por la naturaleza propia de las políticas aplicadas, especialmente en sus primeros gobiernos, encontró resistencias de los grupos privilegiados de la época que se oponían a todo cambio que hiciera peligrar su posición. Luego sufriría la violencia y la proscripción a partir de 1955. El estadista retornó en 1973 al país luego de años de exilio, en los cuales publicaría varios libros. El líder del movimiento peronista alcanzó la presidencia por tercera vez. En esto último período, con una sociedad política al borde de la fractura puso mucho énfasis en la unidad ya no solo al interior del peronismo sino de los argentinos en su conjunto. Quizá el hecho más simbólico de ello fue el abrazo con el líder radical Ricardo Balbín. Pero esta última etapa a pesar de la sabiduría acumulada, no pudo tener el brillo de las anteriores ya que la salud del presidente no dejó que culminara su mandato. El 1 de julio de 1974 finalmente falleció el General Perón, pero más que su muerte es una fecha oportuna para recordar su vida, sus enseñanzas y su ejemplo. Daniel Márquez, Unidad Básica Lealtad Justicialista