El tío rico de carne y hueso: Está ahí. En ese lugar lleno de cosas. Son usadas pero sirven. Su ropa desgastada. Su presencia es llamativa. Así todos los días. Enfrente, la casa de chapa. Escondida bajo el follaje. Busco un gasista matriculado. Llamo al Chavo Campos de Palazzo. Charlamos del trabajo. Vimos su figura nuevamente. Le pregunto si lo conoce. Con alegría dice: “es el Tío Rico”. ¿Porqué el sobrenombre?. Siendo pequeños nos
regalaba juguetes. Usados pero útiles. Nos trataba siempre cordialmente. Tengo ese recuerdo. Hoy también recurro a él. El trato sigue siendo el mismo. Ese es el Tío Rico del Barrio Prospero Palazzo. Un hombre que regaló alegrías a los niños. Dando juguetes usados. Tratando con cariño a los más pequeños. Así lo recuerda el Chavo. Me lo transmite y el relato me conmueve. La importancia del buen trato. Lo bien que le hace al ser humano. Sobre todo en la niñez. Lo ideal es crecer de esa manera. Recibiendo la vitamina cariño a diario. El mejor antídoto para sentirse fuerte. Así evitamos el psicólogo. Destaco el ejemplo de nuestro personaje de hoy. El Tío Rico de carne y hueso. El croata.