«El trabajo en los centros de alfabetización debe basarse en la calidad humana, en el logro de la creación de un vínculo entre alfabetizadores y tutelados. Esa es la tarea principal», analizó Perla Pasquariello, quien comparte la coordinación de Políticas Socio Educativas de la ciudad con Verónica Dirgam y Eduardo Correa. El balance llegó tres meses después de la implementación del plan de alfabetización, una propuesta que se instaló
durante el gobierno de Raúl Alfonsín a nivel nacional y que se reflotó este año en la provincia de Buenos Aires como parte del programa «Encuentro», que constituye una de las líneas de trabajo de la Dirección de Políticas Socio Educativas bonaerense. De los cinco centros destinados para funcionar en Olavarría, actualmente dos están en actividad: el ubicado en el barrio Belén, que tiene como sede la iglesia evangélica del pastor Castro y que comenzó el 14 de abril a trabajar con una familia gitana radicada en una carpa del sector; y un segundo instalado en el Patronato de Liberados lugareño. «Los otros tres centros pendientes tienen que arrancar dentro de poco», asumió Pasquariello. Y explicó que «ya tienen la firma del ministro de Educación para empezar funcionar». Se trata de uno más que trabajaría en el Patronato de Liberados, otro en el barrio Isaura y el último que se instalará entre la comunidad boliviana afincada en Villa Mailín. Para Perla Pasquariello, el éxito de estos Centros de Alfabetización se basa en la calidad humana y en el vínculo que pueda establecerse entre alfabetizadores y tutelados. «Eso es mucho más importante que todo», expuso. Pasquariello estuvo al frente del trabajo territorial que se realizó en nuestra ciudad y que fue el primer paso para lograr la creación de los centros que funcionan en la actualidad. El trabajo de campo la puso en contacto con diversos referentes barriales y los datos que obtuvieron los aportó la misma gente, en el boca a boca, desde aquellos que conocen el barrio hasta los directivos de las escuelas y los mismos alumnos. «Hay mucha gente que no sabe leer y escribir», enfatizó. Pero para lograr que aprendan, que adquieran conocimientos, «es necesario el acompañamiento de los adultos y un nivel de comprensión de alfabetizador que los ayude a encarar esta propuesta y a mantenerla en el tiempo».
EL MAYOR DESAFÍO: Entre los dos centros que funcionan actualmente en la ciudad, suman entre 6 y 8 personas. «Muchos oscilan. Hay tres fijos en el Patronato de Liberados y otros tres en el barrio Belén. Los demás van a algunas clases y a otras no; y otros dejan definitivamente», contó Perla Pasquariello. Por eso, el principal desafío que tienen las alfabetizadoras es el logro de la continuidad, de la perseverancia. En este sentido, la coordinadora de Políticas Socio Educativas de nuestra ciudad destacó el trabajo que realizan las alfabetizadoras, pero también expuso que se hace muy difícil lograr una constancia por parte de las personas que asisten a aprender a leer y escribir. Es que, en su mayoría «es gente adulta, que tiene trabajos o changas, que tiene que salir a ganarse el pan todos los días entonces se complica bastante», argumentó. De hecho, en el primer centro que se puso en funcionamiento, en el barrio Belén, «la familia de gitanos ya no concurre más porque tuvo que irse a San Cayetano, una localidad a la que migraron por cuestiones de trabajo». Sin embargo, «a su regreso volverán a capacitarse porque estaban muy entusiasmados con el aprendizaje». Ese centro, bajo la tutela de Eva Cura, recibe ahora a una madre con sus dos hijas, «también del barrio». La realidad del local que funciona en el Patronato de Liberados, y que tutela Susana Valverde, es compleja. De las personas que comenzaron a capacitarse allí sólo tres continúan asistiendo a clases de manera constante, «los demás oscilan, no son fijos», contó Pasquariello. Y expuso que «estamos trabajando para lograr que se tome este plan de alfabetización como obligatorio. Que sea obligación aprender a leer y escribir porque hay muchos tutelados que no saben leer y escribir, están un tiempo y luego dejan. Son personas adultas que deben salir a ganarse el pan todos los días y se complica congeniar eso con las clases». Para Pasquariello, la tarea más difícil es lograr instalar la constancia y perseverancia. En este camino, lo más importante es que se establezcan vínculos entre unos y otros. «El primer acercamiento es hablar de la vida cotidiana, crear un lazo entre todos y, a partir de ahí llegar a lo pedagógico. De nada sirve que el alfabetizador explique cuál es la letra A o cuál es la B si no creó un vínculo primero». Después, claro, está la importante tarea del capacitador «de comprender cuál es la realidad de cada una de las personas que asisten a los centros».
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