Nadie escapa a su destino, DARWIN PASSAPONTI, 16 AÑOS DE EDAD, EL PRIMER MARTIR DEL PERONISMO

passapontiDarwin Passaponti, Asesinado por los comunistas desde el diario “Crítica” en la noche del 17 de Octubre de 1945, Primer Mártir del Movimiento Nacional. NOTICIA: Concluida la movilización popular e inmediatamente después del diálogo Perón-Pueblo que se generó, espontáneo y casi increíble, los manifestantes comenzaron a abandonar la Plaza de Mayo con el colorido de las antorchas encendidas. La Avenida de Mayo era un desfile incesante de personas que al pasar frente al edificio del diario Crítica, cuna de cipayos e izquierdistas antiperonistas, silbaban estruendosamente. Al comenzar a pasar por allí las columnas de la Alianza Libertadora Nacionalista, comenzaron a disparar con armas de fuego desde las ventanas del diario. Los grupos de la Alianza se parapetaron en un lugar de la vereda de enfrente y utilizando las mesas como escudo, respondieron el ataque generándose un grueso tiroteo. En medio de la vereda, cayó alcanzado por las balas cobardes de los enemigos del Pueblo, Darwin Passaponti, un joven poeta de 17 años. Había recibido un tiro en la frente, llevaba en su solapa el cóndor, la insignia de la Alianza Libertadora Nacionalista, hacía unos meses había comenzado a militar en la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios; otros dos jóvenes heridos de la Alianza Nacionalista, murieron varios días después. Llegado el día 18 de octubre, la cifra fue de cincuenta heridos y un muerto. Del bando agresor, luego de la intervención policial y del Regimiento 3, se detuvieron a los atacantes pertenecientes al diario Crítica y se secuestraron todas las armas.

 DARWIN PASSAPONTI,  16 AÑOS DE EDAD, EL PRIMER MARTIR DEL PERONISMO

Nadie escapa a su destino

Nadie escapa a su destino, nadie puede ser distinto de la genética y la espiritualidad aunque Dios ha manejado su cuerpo y su alma, esto no es una actitud fatalista sino una actitud real, que, al cabo de tantos años de observancia, vemos que así ha sucedido con Darwin Passaponti, que nació en Zenón Pereyra, Santa Fe.

¡Vengan que está muy lindo!, eso le dijo Darwin Passaponti a su familia, que era una familia de farmacéuticos, de católicos, de anarquistas y de maestros cuando comienza y finaliza el día, ese día en que la gente había salido en busca de su destino.

Darwin Passaponti nació un soleado día 1º del mes de noviembre de 1927, en Zenón Pereyra, un pueblo de Santa Fe.

Nació con el olor a trigo, con las luchas entre el campo y la industria, con las luchas de un pueblo, que desde el Martín Fierro, ese verdadero poema universal, poco estudiado, tan poco analizado en la Argentina, desde ahí llegaba a este mundo, con todo ese substrato, en un hogar atípico, descendientes de Cayetano Retamar y de Cándida Quiroga, una entrerriana, ferviente católica, mujer de avanzada, si pensamos que ella estudiaría en la Universidad de Tucumán, donde conoce a Trento Passaponti, que había nacido en Santa Fe, también farmacéutico.

Penetren entonces en el contexto de esa cuestión genética, esa cuestión espiritual de Darwin Passaponti, era hijo de una ferviente católica y de un anarquista, escritor, polemista, autor de la obra teatral La hora incierta, en el año 1938, en el que se mezclaban distintos parámetros de lo que era, en ese momento, la historia de la Argentina y de toda Latinoamérica. En uno de sus párrafos, desesperado uno de los componentes dice: -no sé qué más valía, en esta hora incierta: si tenerlos aquí, entre tus faldas, por satisfacer el sentimiento un tanto egoísta de saberlos no expuestos en la lucha, o dejarlos así como están, siguiendo las inspiraciones del ideal que abrazaron.

-Luchan, luchan aquellos, porque creen que de una eterna lucha de ideales nacen las nuevas concepciones. Luchan porque sin ese desgaste que realiza la combatividad juvenil se anquilosarían sus espíritus. Premonitorio, el padre, al igual que el hijo; porque si la combatividad en los ideales, ha llegado hasta nuestros días, nos trascenderá.

-Luisa reza, reza tal vez, porque en su misticismo no concibe que sea el hombre quien labra su propio destino. Tú, tal vez lo entiendas mejor. Yo, aún no me he decidido a rezar, espero, porque también yo tengo fe. Esperemos, es lo único que se puede hacer quienes ya no pueden luchar.

Eso les hacía decir Trento Passaponti a sus personajes de La hora incierta, escrita en 1938, o sea Darwin, ya tenía diez años. También se mezcla en su génesis, la gente de campo.

En su magnífico libro La Chacra del Mangrullo, Trento hace un relato de vivencia cuando era pequeño y adolescente, donde manifiesta su amor y el de toda su familia, por el campo y sus luchas de época, responsabiliza a gente que él dice -de esos apellidos o de otros. Más familiares, a nuestros oídos del fin del siglo pasado. Está cubierto el suelo argentino, a lo largo de sus líneas férreas. Son los apellidos de accionistas ingleses a quienes les correspondió la regalía de una legua de campo a cada lado de los ferrocarriles. Nuestros gobiernos, con un sentido nacionalista muy personal, dejaron en las manos de esos pioneros la tierra pampa que aún no se recuadraba en chacras de agricultores gringos.

Y nos dice Trento: -No fue el gringo cocoliche y pizzero quien aventó al gaucho a la vera de los caminos. No fue la insensibilidad de nuestros gobiernos, frente a la inicua explotación que de ese sector nativo hizo nuestra oligarquía patricia. Los enormes feudos en manos de las llamadas 200 familias dedicadas a la explotación ganadera, tenían un puestero, cubriendo miles de hectáreas; su vivienda era un rancho miserable, su paga ni siquiera se expresaba en jornal.

No podía hacerse porque era inferior a la unidad monetaria. ¿Que peón ganaba un peso por día?, por eso eran mensuales de 20 pesos tal vez, 25 si era muy rendidor, algún para de alpargatas… ¿Cómo podía formar ese primer núcleo social que es la familia?

Y si su desaprensiva ignorancia lo llevaba a buscar compañera, sin pensar en la responsabilidad futura, ¿Qué otra cosa podría darle al hijo que vendría como no fuera la herencia de su misma miserable vida?, si vivía. Así se extinguió el gaucho, como se extinguió el indio. Nadie pensó que la sangre del indio y la sangre del gaucho fueron las que regaron la tierra patria. En su primer balbuceo de nacionalidad, nadie recuerda que esa misma sangre tiñeron el agua, y el nombre de nuestros ríos en el largo proceso de consolidación.

Si alguien lo recordó fue para apostrofarla con la sola afirmación de que la sangre era el único elemento humano que poseía el gaucho para justificar su violenta eliminación.

Boyerito, peón de estancia, domador, resero, Martín Fierro no le echó la culpa al gringo.

No fue el gringo quien lo mandó a los fortines para que le disputara al indio su heredad.

Tampoco fue el gringo quien aprovechó su ausencia para aventar su rancho.

Así nació ese resentido social que vivió al borde de los núcleos urbanos que no querían adentrarse en el poblado. Ese era Trento Passaponti, el que iba a engendrar a Darwin, ese a quien sus compañeros llamaron El Matrero.

Tanto debe haber sido la cuestión genética, tanto debe hacer sido la influencia de ese padre anarquista y de esa madre católica. Hay que adentrarse dentro del pensamiento, del alma, del corazón de Darwin Passaponti para analizar estos días. Lo que hoy llamaríamos un niño de 13 a 14 años, Ya estaba peleando en lo que eran las cosas de la Patria!

En la última parte del libro, La Chacra del Mangrullo, Trento se muestra desilusionado por unas elecciones que había habido en la República Argentina y entonces miraba la pampa y decía: -Es febrero, el sol castigaba la tierra reseca, los meses de sequía han quemado los rastrojos que quedaron después de levantar la cosecha fina, él no se encontraba a gusto con las elecciones que había habido.

Decía:-Mi sangre gringa tenía los aglutinantes de amalgamiento que operaban el milagro de hacerme sentir gaucho, de ser gaucho, con sus más limpios atributos.

-La idea de Dios y el sentido de la patria, fueron esos mismos atributos básicos, los que blandían en sus tacuaras los gauchos de Güemes poniendo freno a la codicia goda, los mismos bárbaros atributos de las ululantes montoneras.

-No, no me servía esa clase de política, quería vivir allí, en la chacra, para avizorar desde mi mangrullo la comba del horizonte poniéndole linde a la pampa, para que cada amanecer me trajera la esperanza renovada de esta patria mía.

Eso lo escribía Trento Passaponti en la década del 40.

-En 1945 su hijo iba a dar comienzo a otra historia que no tiene fin, porque el 17 de octubre de 1945 no es sólo el relato de un hombre y su pueblo, de un hombre y su circunstancia, de un hombre y su destino manifiesto; el 17 de octubre de 1945 salió a la calle la gente, toda la gente, todos los que de una u otra manera sentían la tierra, el barro, la sangre, la lucha, la tristeza, el frío; pero no salieron solamente los que desde sus fábricas cruzaron a nado el riachuelo, ni los que aún desde sus empresas pensaban que algo podía tambalear, salieron también desde las universidades, salieron también desde la zona urbana, llegaron todos, convergieron todos en la Plaza de Mayo, todos los argentinos.

-En ese momento existían cuatro o cinco lineamientos políticos; el anarquismo, el socialismo, el comunismo, el radicalismo, que ya había sido gobierno y había sido despojado del voto popular, por intermedio de la tiranía.

Todos los que convergieron a esa Plaza de Mayo iban llevados por sus ancestros, era como que toda la sangre, toda esa sangre del gaucho se había amalgamado con el indio, y en un solo haz estaban en la plaza, en esa plaza en la que no existía aún ni el peronismo, ni el justicialismo, pero sí existía un olor a patria.

Fueron a buscar su olor, el olor de su madre, el olor de su tierra, el olor de su pampa, el olor que les iba a proporcionar, que existiera una Argentina antes del 17 de octubre de 1945, en donde un peón de campo valla menos que un par de alpargatas y una Argentina después de 1945. Esa Argentina, esa Plaza, ese olor, ese sentimiento, esa lucha, esa alegría, ese sufrimiento, lo cubrió con su cuerpo Darwin Passaponti, el primer mártir del peronismo que tenía 16 años de vida física y millones de años de vida espiritual.

 

Madrid, 20 de diciembre de 1967.-

CARTA DEL GENERAL PERÓN AL PADRE DEL JOVEN ALIANCISTA ASESINADO EL 17 DE OCTUBRE DE 1945

Señor Don Darwin Passaponti

Buenos Aires

Querido compañero:

He recibido y le agradezco el envío de su libro «La Chacra del Mangrullo», como las generosas palabras de su dedicatoria. No sabe usted el placer que he tenido al leerlo porque yo he nacido en la estancia de mi padre en Lobos y he crecido después en otra estancia en la Patagonia, de manera que todo cuanto usted menciona me es casi familiar.

Muchas gracias por el buen rato que me ha proporcionado con tantos recuerdos.

Su amabilidad me ha traído el recuerdo de su hijo DARWIN PASSAPONTI, nuestro primer peronista, muerto el 17 de octubre de 1945 frente a Crítica y desde aquí me uní al homenaje que el Peronismo en su tumba rindió con motivo del aniversario de su fallecimiento y que en esta ocasión rememoro con emoción.

Le ruego acepte, con mi saludo más afectuoso, mi agradecimiento por todo.

Un gran abrazo.

JUAN PERÓN

 

Darwin Passaponti, Asesinado por los comunistas desde el diario “Crítica” en la noche del 17 de Octubre de 1945, Primer Mártir del Movimiento Nacional

Su poesía

«Quise cruzar la vida con la luz del rayo que el espacio alumbra, seguro de no vivir más que un instante, seguro de no morir debilitado.

Así como el rayo, corto, breve y soberano». D. Passaponti