El gran museo del mate

De Javier Jayme  (el 24/04/2011 a las 13:10:13, en Argentina). Una de las actividades más relajantes y sugestivas que pueden realizarse en las proximidades de Buenos Aires es pasear durante una jornada entera por Tigre y sus aledaños. Esta encantadora y apacible localidad, compendio grandilocuente de los paisajes anfibios que conforman el delta del Paraná –y puerta de acceso a los mismos-, posee innegables bellezas naturales y urbanas, cada una de las cuales es un potente reclamo para el turismo.

Pues bien: entre tales bellezas hemos encontrado una rara délicatesse de índole histórico-cultural: el museo del Mate.

Con cerca de 3.000 piezas originales recopiladas, esta exposición es la única de su clase existente en el mundo. Fue inaugurada en 1978 en Paraná, en la provincia de Entre Ríos. Su creador, Francisco Scutellá, artesano, escritor, investigador costumbrista y restaurador, recorrió su tierra durante muchos años buscando las piezas –algunas con más de dos siglos de existencia- que hoy componen esta curiosa muestra, cuya variedad y riqueza son inigualables. La colección se trasladó hace no más de año y medio a la casona número 289 de la calle Lavalle de Tigre. Desde su nueva apertura, la galería, con sus ocho salas, ha añadido una estrella sumamente insólita al firmamento de los atractivos de la ciudad del delta bonaerense.

Y es que el museo del Mate responde a una constante demanda de propios y extraños: la de conocer la historia de la costumbre más popular y representativa de los argentinos. Porque el mate es más que una infusión; constituye parte del folklore del país pampero por excelencia. De hecho, la Secretaría de Cultura de la nación le otorgó, junto a su yerba ( Ilex paraguarensis ), la condición de Patrimonio Cultural, Alimentario y Gastronómico de Argentina. Cuando comparten una misma bombilla, los contertulios se entregan a largas conversaciones y, entre cebada y cebada, sorbiendo hasta que se termina el agua –a un buen cebador jamás se le lava la yerba-, van participándose sus sentimientos, sus aspiraciones y sus sueños.

Vistas así las cosas, la declaración de intenciones de Jorge Díaz, actual propietario y director ejecutivo del museo, ni nos sorprende ni nos extraña. “Nuestro objetivo más ambicioso”, nos confiesa, “es el de proyectar la tradición argentina al gran público nacional e internacional”. De entrada, nos hace pasar a la sala auditorio, donde el encargado nos proyecta un video en el que se da a conocer la historia del cultivo de la yerba mate desde el descubrimiento de América hasta hoy, junto a la ubicación de las principales plantaciones actuales y su proceso de producción. Luego, el recorrido de la exposición nos lleva, de nuevo en palabras del Sr. Díaz, “admirar el patrimonio histórico que nos dejaron nuestros abuelos inmigrantes de Europa, China, los países árabes e incluso Australia”.

Y, contemplando sala tras sala el ingente cúmulo de piezas, comprobamos que no le falta razón. Aquí se encuentran los mates más pequeños del mundo, yerberas de las carretas, pavas, calderas, calentadores, bombillas de cristal de la época colonial, mates de porcelana de Italia, Inglaterra, Francia, Alemania y la República Checa, además de libros dedicados al tema, viejos instrumentos musicales con calabaza matera y otros objetos funcionales construidos con mates. Llaman particularmente la atención la caldera de Martín Fierro, una lata de hierba Gardel de 1936 –usando la imagen del inolvidable cantante de tangos- y el primer termo del mundo, una pavita de plata peruana con hornito incorporado de 1780.

Pese a su corta existencia, el museo del Mate ha devenido ya en un notable y entretenido centro histórico-cultural que recibe multitud de visitantes y exterioriza al mundo la usanza que más identifica a los argentinos. Nuestra visita concluye en el Mate Bar, recibidor decorado con un “cielo de mates” que le confiere el ambiente íntimo y coloquial para el que fue diseñado: degustar la bebida nacional y sus productos anejos. Nos muestran fotos de gente conocida del turismo Argentino, como Antonio Torrejón, que acompaño uno de los actos especiales, del Gobierno de la Ciudad de Tigre, que allí, se realizaron. Llega el momento de la despedida, pero antes Jorge Díaz nos convida a paladear una deliciosa torta de yerba mate, cortesía que, junto al resto de las que nos ha brindado, apreciamos y, desde esta página, volvemos a agradecerle.