UNA HISTORIA DE VALIENTES: MARÍA ELENA WALSH POR SUSANA RINALDI

Cantante y actriz de prestigio internacional, Susana Rinaldi recuerda su vínculo con María Elena Walsh. La Tana conoció a la escritora e intérprete a comienzos de los años 60 y a partir de ese momento compartieron trabajo y amistad. Rinaldi estrenó clásicos del repertorio de Walsh, como “Serenata para tierra de uno” y “Campana de palo”. También realizaron, junto a María

Herminia Avellaneda, el programa televisivo “La cigarra”, luego del retorno de la democracia en la Argentina. La Tana también protagonizó el espectáculo “Hoy como ayer”, en el que rindió tributo a la obra de la creadora de “Juguemos en el mundo”.

Conocí a María Elena a principios de los años 60. Ella había regresado de su larga gira por Europa junto a Leda Valladares y María Herminia Avellaneda la había convocado para escribir guiones para los ciclos infantiles de Canal 7. Como actriz participé en el programa “Carola en el balcón”, junto a María Elena Sagrera, Lidia Lamayson y otros actores. Yo interpretaba a una mucama. María Elena en aquellos guiones se burlaba de la pacatería y la tilinguería de los años 20 y mostraba que las cosas, en realidad, mucho no habían cambiado.

Sobre el fin de los años 60, con canciones como “Los ejecutivos”, María Elena provocó una verdadera revolución interior en nosotros. Nos obligó a repensarlo todo. Era un momento en el que pasaban cosas muy importantes. Y María Elena se anticipó al Mayo francés, aquí no había nada que envidiar. Nos motivó a tener otro tipo de repertorio, nos enseñó a que uno hace docencia con las canciones que decide interpretar.

Tuve la oportunidad de estrenar alguna de sus grandes canciones, como “La chica de París”, “Campana de palo” y “Serenata para la tierra de uno”. Recuerdo que mecesitaba una canción para un espectáculo que iba a hacer un 9 de julio y le pregunté a María Elena qué tema pensaba que podía cantar. Ella me pasó una canción que había compuesto de forma reciente. Cuando leí aquellos versos, que decían “porque el idioma de la infancia / es un secreto entre los dos. / Porque le diste reparo / al desarraigo de mi corazón”, quedé conmovida. De forma inmediata entendí la resonancia que iba a tener esa canción, su altísimo valor poético. Tuve una enorme sensación de agradecimiento hacia María Elena por la alegría que provocaba la posibilidad de estrenar esa canción, pero también era conciente de la responsabilidad que me generaba.

A principio de los 80, María Elena cayó enferma de cáncer, pero no se podía decir nada. Yo estaba trabajando en París y recibí el llamado de María Herminia, que me pidió hacer “Hoy como ayer”, un homenaje a la obra de María Elena. Le respondí que, si bien era cierto que había muchas canciones de María Elena que yo podía decir desde otro lugar, desde cierto conocimiento profundo de las letras, me parecía que tal vez a ella no le interesaba que fuera yo quien la interpretara. Pero María Herminia me dijo que solamente a mí me podía hacer ese pedido, porque había un compromiso de vida en ese proyecto.

María Herminia creía que le iba a permitir a María Elena recuperarse no sólo económicamente, sino también quizá físicamente. No entendí bien en ese momento la idea, pero dije que si podía ayudar, iba a participar. Arreglé mis cosas en el exterior, para darme un tiempo para el proyecto. Pero pensé que iba a ser algo transitorio, de uno o dos meses. Con gran sorpresa, estuvimos en el Teatro Odeón durante cinco meses consecutivos con este espectáculo, a lleno total, de martes a domingos. Pero ese espectáculo terminó porque me enfermé. El médico ya me había dicho que dejara de hacer ese espectáculo.

Yo lloraba todas las noches, cantar cualquiera de los temas del espectáculo me resultaba muy conmovedor. Y eso que María Herminia, conociéndola tanto a María Elena, había previsto tener muchas escenas que mostraban su humor, y que permitían un pequeño relax. El médico me había dicho que no hiciera más el espectáculo. Yo dije que no. Pero el cuerpo me ayudó a dejarlo. Un día caí en cama y tuve que dejar. Sin embargo, cuando dejé de hacer el espectáculo, María Elena recibió la grata sorpresa de que los médicos que la atendían le dijeran que era el único milagro de este país. En ese momento, había logrado zafar de la enfermedad. Así que sentí que había salvado las dos cuestiones que me habían hecho regresar a la Argentina y volví contenta a París.

Cuando volví al país con la democracia, en 1983, vivimos un momento maravilloso, porque hubo una gran reivindicación de la figura de María Elena y Alfonsín la nombró con rango de secretaria de Estado. Una se sentía formando parte de ese proyecto. Con María Elena y María Herminia decidimos hacer el programa La Cigarra por Canal 11. Éramos tres locas sueltas que en ese momento decidimos arremeter con todo. Fue un ejercicio libertario. Ninguna de las tres sabíamos lo que iba a decir la otra. Además, teníamos el respeto de no averiguarlo. María Elena hacía una editorial en cada programa. Yo estaba sentada a su lado, la escuchaba atenta, y pensaba cómo íbamos a seguir después de lo que decía. Pero luego tuvimos el dolor profundo de que nos levantaran el programa, con el cuento de que no teníamos rating, algo que era absolutamente falso.
Fueron tantos los líos que armamos, invitando a gente inconveniente, que los mismos que nos había convocado para hacer el programa, nos echaron. Fuimos muy atacadas. Con todos los defectos y los contratiempos de los ritmos televisivos que tuvimos, me llena de satisfacción decir que fue el primer programa de comunicación verdaderamente democrática que tuvo la televisión argentina luego de los largos años de dictadura. Siento que muchas de las cosas que pasaron en La Cigarra abrieron los ojos de mucha gente. Con ese programa, fue la primera vez que las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo pudieron llegar a la televisión argentina.

Eran muy divertidas, tenían un temor enorme a la solemnidad. Ellas siempre me discutían y reprochaban la decisión de haberme metido en la solemnidad de la historia del tango. Yo les explicaba que ese mundo podía ser de otra manera. Y ellas después lo entendieron. Pero tenían un humor muy elevado, recuerdo que cuando regresaban de las reuniones con escritores muy prestigiosos de la época, se ponían a imitar su solemnidad. Fui testigo del encuentro entre Victoria Ocampo y María Elena en Villa Ocampo, con María Herminia filmándolas. De las charlas con Julio Cortázar, Horacio Armani, Gyula Kosice, Antonio Berni. Ellas eran la inteligencia que buscaba la reflexión y la excelencia.

María Elena decía lo que sentía y buscaba que entendamos que ciertos fanatismos, que son proverbiales en la historia argentina, nos impiden comprender lo que nos pasa. Recuerdo haber discutido mucho por su postura respecto a la Carpa Blanca de los docentes, por la que fue tan vapuleada. Pero ella decía la verdad, señalaba que esa protesta banalizaba al docente, lo rebajaba al sustrato menemista. Pero en ese momento no la supimos comprender. Y yo tampoco. María Elena planteaba que no había que utilizar ese instrumento de protesta, porque sin darse cuenta estaban menospreciando el valor y la grandeza de la educación. Pero ella no decía nada para quedar bien con nadie.

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