Una doctrina que no se aleja ni un milímetro, ni en un solo concepto de la estirpe Justicialista

CUANDO LOS PINGOS TIENEN QUE LUCIRSE, APARECEN DEBAJO DE LAS PIEDRAS

Solo sed de sabiduría: Nos encontramos en presencia de una doctrina, en la cual se hace hincapié en la instrucción de sus miembros, su continua puesta a prueba, guiándolos a pensar todo el tiempo y marcando las pautas, los limites y los peligros de caer en errores por la falta de experiencia.

Una doctrina que reniega de las concupiscencias y que da oportunidades a quien quiera, para que no solo el militante acompañe físicamente, sino aportando ideas, observaciones, datos, trabajo y mucho esfuerzo sobre todo; en pos del bien común y la solidaridad bajo el brazo; con una planificación en el accionar para no ser un simple improvisado.

Si hay algo que debe llamar tu atención más que los resultados es el proceso: la cocina donde se elaboran los grandes proyectos, con o sin recetas, a veces experimentando nuevas técnicas, nuevos hornos y tiempos.

Los detalles, el detrás de escena, la charla del DT en el entretiempo.

Alcanzar las metas huérfanas de bostezos y los jirones como trofeos de guerras frías, de guerras ganadas a punta de pluma, borradores, libros y diccionarios; con el plus del caballo de batalla llamado Internet.

Una doctrina que no se aleja ni un milímetro, ni en un solo concepto de la estirpe justicialista, una escuela sin diplomas más que la capacidad misma y los valores alcanzados; sin bombos ni bochinches, puros y silenciosos, pero no menos numerosos. Cuando los pingos tienen que lucirse, aparecen debajo de las piedras.

Remitiendo nuestro accionar como movimiento justicialista, paremos a contemplar la realidad que nos envuelve… no siendo artífices de esta vorágine innecesaria que no nos conduce sino a la perdida de los valores esenciales; superando una visión materialista que amenaza aturdir al ciudadano con incitaciones sensoriales que dispersan su vida interior. La ruta a seguir debe ser un camino de fe, de amor y de justicia, para un hombre argentino cada vez más sediento de verdad. Por: Marcelo Ojeda y Emiliano Quevedo.